Los
expertos del marketing, siempre tan criticados por los ciudadanos y tan
queridos por las empresas… ¿Somos en realidad unos monstruos que se aprovechan
de todo el mundo?
Para mí
es de gran interés el análisis del “conocimiento de la gente respecto a todas
las profesiones”, el cómo todo el mundo conocemos certeramente el qué se hace
en cada profesión es algo que siempre me ha asombrado. Sin embargo, este punto
de vista difiere frecuentemente del verdadero “yo” de las mismas.
A los
expertos del marketing nos ven como esas personas que se ocupan de, según ellos,
convencerte mediante engaños psicológicos y trucos de doble manga para que
compres de forma loca y descontrolada, incluso a veces rozando el límite de lo
absurdo al provocar compras de cosas que luego no se utilizarán.
Pensar esto es
un grave error, el especialista o experto del marketing utiliza su capacidad de
comprensión y manejo de la demanda del cliente. Satisface sus necesidades a
través del producto que da a conocer y busca conseguir la eficaz comunicación y
presentación en el lugar y momento apropiados.
Con este
articulo pretendo incitar a la gente a informarse antes de hablar sin saber y a
quitarse esas gafas mal graduadas que no les dejan ver más allá de sus
prejuicios para ver lo que en realidad somos. Nosotros luchamos por hacer
sobrevivir a las empresas en unos mercados cada vez más competitivos. Somos
innovadores, creativos, atrevidos, activamos los sentidos de la gente
transmitiendo bajo un simple envoltorio, un cartel o una frase sensaciones y
sentimientos. La visión más cerrada de nuestro trabajo sería conseguir que
compren nuestro producto, pero esta versión menos precia en exceso nuestro
trabajo.Podríamos
hablar del experto en marketing como una persona abanderada por el principio de
llegar al cliente, de comunicarse por el para convencerlo de las ventajas de su
producto y siempre con el fin de satisfacer mejor sus necesidades. Unas
necesidades que ya existían y que nosotros jamás hemos creado, sino que nos
hemos limitado a darlas a conocer, a presentarlas.
Observando
la legalidad del marketing, muchos serían partidarios de poner un tope a esa
persuasión. No se puede crear una barrera intangible, tan subjetiva como la
persona misma que midiese hasta dónde puede llegar la publicidad. En mi opinión
no tiene que ser el gobierno el que tenga que poner un límite legal en este
aspecto sino la propia ética deontológica del especialista sujeta a la
responsabilidad que le impone su conciencia.
Fuera de
las utilizaciones lucrativas también encontramos otras, podemos ver otros usos
del marketing por doquier, pues quien sino se dedica a hacer las campañas de
ayuda a la sociedad del tipo: cuidados del medio ambiente, solidarización con
algunas causas, ayuda contra el tabaco, drogas o alcohol… Además, colaboramos
con la globalización de los productos y ponemos en conocimiento a nivel mundial
los avances tecnológicos.
Como
prueba final alego en defensa del marketing y sus profesionales que, en
cualquier caso, nosotros no ponemos una pistola en la cabeza a nadie y le
obligamos a comprar. Que si bien utilizamos técnicas psicológicas como el
condicionamiento clásico, el condicionamiento operante, el aprendizaje por
observación o hasta averiguamos cual es la forma más eficaz para que el
consumidor realice una buena codificación del producto y así pueda acordarse
mejor, en realidad también conectamos a los consumidores con los productores y
expandimos el mercado haciendo que se tenga un rango más grande de elección al
tener varias marcas que satisfacen las mismas necesidades... También y como
punto más importante creamos trabajo, pues al generar más ventas, serán más
ingresos para los productores, que producirán más y hará mas mano de obra, que
trae consigo más consumo y así sucesivamente.
Para
finalizar, no hacemos nada dañino para que aumente el consumo pues la ley nos
ampara y la existencia del marketing en todo el globo lo demuestra. A lo mejor
no es para tanto y no ejercemos ese “control psicológico”; visto de una forma
objetiva esos productos ya están ahí en el mercado y se acabarían vendiendo igual aunque nuestra
profesión no existiese. En el
fondo es el mismo cliente que quiere dejarse atraer por la seducción del
marketing, pues en lo mental, ¿Dónde está el límite? ¿No somos capaces de
controlarnos? ¿Tan psicológicamente débiles somos que nos dejamos influenciar?
o ¿en cierto modo también nos gusta que nos influyan y nos persuadan y que
existan los valores de marca creados por el marketing? ¿O no?
En
conclusión, nos dedicamos a crear o cambiar actitudes que vayan a favor del
consumo de, ya sea un producto o marca, influenciando y persuadiendo pero ante
todo bajo esos principios ético-morales, respetados y plausibles que bajo mi
punto de vista no deberían ser criticados si no enaltecidos, pues tan complejo
es el marketing como nuestro cerebro, y esto es lo que lo convierte en algo maravilloso.
Artículo relacionado: http://jmadurga.blogspot.com.es/2013/12/el-marketing-30.html
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Jesús Madurga López
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